Está claro que el «porque lo digo yo» no funciona y que suele tener por respuesta un «tú no me mandas». En ese momento, quieres gritar (o gritas), aprietas los dientes para descargar la tensión, das un portazo o, si eres capaz, respiras profundamente para no mandarlo a la m*****
Es una situación complicada, porque suele sacar lo peor de ti y no puedes pensar con tranquilidad. Tu hij@ y tú habéis entrado en una lucha de poder. Estáis ahí, cada uno estirando de su cuerda, a ver quién gana la batalla. Sin embargo, ¿sabes qué pasa? Que las luchas de poder no llevan a ninguna parte, no enseñan nada. Sólo sirven para que tus hijos se pongan a la defensiva y sigan sin hacer lo que les estás pidiendo. No ganará nadie, ni ellos ni tú. Cambio de chip: no tienes que conseguir ganarles, sino educarles. Nunca me cansaré de repetir que educamos a largo plazo. Cuando en las formaciones pido a las familias que se imaginen a sus hijos cuando tengan veinticinco años y que me digan cómo les gustaría que fueran, suelen decir: felices, buenas personas, resolutivos, respetuosos, con criterio propio… Nadie me ha dicho nunca «me gustaría que mi hijo con veinticinco años fuera obediente». ¿Verdad que sería raro? En cambio, con cinco años sí que quieres que sea obediente. ¿Por qué? Porque es cómodo. Te haría la vida más fácil, para qué negarlo. Pero quizás, más que conseguir que obedezca, la clave está en enseñarle a respetar las normas y los límites, que no es lo mismo. En el primer caso es «hacer caso de lo que me dicen» y, en el segundo, es «entender que hay barreras que no puedo sobrepasar». Para mí, aquí está el quid de la cuestión. Los límites y las normas tienen que existir, por supuesto, porque dan seguridad a los niños y les indican lo que pueden y lo que no pueden hacer. Ahora bien, cuando los marques, tienes que aceptar que, de primeras, tus hijos no los van a cumplir. No los entenderán, no los querrán respetar y es algo natural. Tu papel como m(p)adre, como guía, como referente, es marcarlos con mucho amor, con respeto y con paciencia. ¡Ojalá fuera fácil! Con frases como «sé que estás enfadado, pero no me puedes hablar gritando», seguramente te seguirá gritando, pero tú responderás «lo hago para cuidarte, para que entiendas que nos tenemos que hablar con cariño y con respeto». El respeto de tus hijos te lo ganas a partir de la admiración, no del miedo. Ahí justamente radica la diferencia entre educar a un niño y adiestrar a un animal. Ten claro (supongo que ya lo habrás comprobado) que una reacción autoritaria (grito, golpe, amenaza, castigo) por tu parte no frenará a lucha de poder, sólo aumentará la tensión y tu hij@ no aprenderá nada de esa situación. Tu reacción es la que marcará la diferencia para redirigir la situación, así que mi consejo es: ten siempre presente lo que quieras que aprendan a largo plazo. Si vives constantemente en luchas de poder con tus hijos y quieres aprender a marcar los límites de otra manera más efectiva, inscríbete a mi curso de 4h Familias en Órbita. Son 4h que marcarán un antes y un después en tu familia. Tus hij@s te lo agradecerán. Un abrazo fuerte, María |