¡Déjameeee!
¡Es míooooooo!
¡Mamá, me ha pegadoooo!
Te suena, ¿verdad? Cuando oyes cosas como éstas desde la habitación y, antes de llegar, ya sabes lo que ha pasado. Otra pelea. Otro empujón. Otra discusión por el mismo juguete.
Aunque sabes que es normal, no puedes evitar que se te acabe la paciencia, porque cada día están igual.
Ver a tus hijos pelearse, compararse, decirse cosas feas… duele y también agota. Te tiene harta. Harta de hacer de policía todo el día, de mediar, de calmar, de intentar poner paz en casa y no lograrlo. Porque tú los quieres con locura, quieres que se quieran, que se cuiden, que se tengan siempre el uno al otro. Y cuando no es así, cuando parece que lo único que hacen es buscarse para pelearse, te frustras, te preguntas si estás haciendo algo mal… y ya no sabes qué más probar.
Respira, porque no estás haciendo nada mal. No es tu culpa.
Los celos entre hermanos no quieren decir que no se quieran, que no se soporten y que se vayan a odiar toda la vida. Son una señal de que tus hijos se están adaptando a algo muy difícil: compartirte. Y no solo eso. También están aprendiendo a compartir sus juguetes, su lugar en la familia, sus rutinas… su día a día. Están descubriendo que no son el centro exclusivo de tu atención, que hay que esperar, ceder, negociar, y eso, para un niñ@, no es nada fácil.
Están enfrentándose a emociones intensas que aún no saben gestionar. Y necesitan tiempo, guía y mucho amor para poder entenderlas y aceptarlas.
Comparten tu tiempo, tu atención, tu cariño. Comparten su espacio, su rutina, su vida. Aunque se quieran (porque se quieren), a veces necesitan expresar que les cuesta. Y lo hacen como pueden, como saben.
Aquí es donde entras tú, no como policía, sino como guía, para acompañarlos. No para que todo sea perfecto y no se peleen nunca, sino para ayudarles a entender lo que sienten y a encontrar maneras más respetuosas de expresarlo.
Puedes empezar por:
- Validar sus emociones: “Sé que te molesta cuando tu hermano te quita el peluche sin pedirte permiso. Es normal que te enfades”.
- Evitar comparaciones (¡importantísimo!!): cada hijo es único, y necesita sentirse querido por quien es, no por cómo se comporta en relación con su hermano.
- Buscar momentos de exclusividad: un ratito a solas contigo es mucho más poderoso que mil sermones sobre que tienen que llevarse bien.
- Enseñar con el ejemplo: cómo hablas, cómo resuelves conflictos, cómo expresas tus emociones… ya sabes ellos te observan siempre, mucho más de lo que crees.
Sobre todo, recuerda que la relación entre hermanos no se construye de un día para otro. Se va tejiendo poco a poco, entre peleas, abrazos, lloros y risas. Tú no puedes evitar que discutan, pero sí puedes enseñarles a escucharse, a repararse, a quererse y a aceptar sus diferencias.
Porque todo este esfuerzo que hoy parece invisible… un día se transformará en miradas cómplices, en apoyo incondicional entre ellos, y en ese orgullo de saber que tú estuviste ahí, guiándolos con amor incluso cuando todo era cuesta arriba.
Si, después de leer esto, crees que las peleas entre herman@s se os están yendo de las manos y te gustaría aprender a gestionarlas de otra manera, reserva una e-reunión gratuita de 15min GRATIS conmigo, te escucharé y te explicaré cómo puedo acompañarte.
Estaré encantada de ayudarte. La Disciplina Positiva te cambiará la vida, ya verás.
Un abrazo fuerte,
María