¿Eres de las que sale de casa sintiéndose culpable por ir a cenar con sus amigas y no acostar a los niños?

¿Te sientes mala madre por irte un ratito a caminar y que esa tarde les vaya a buscar otra persona al cole?

¿Eres incapaz de aprovechar un ratito de la tarde del domingo para leer una revista?

Si has respondido que sí a alguna de las preguntas, sigue leyendo.

Hoy vamos a hablar de alguien fundamental y que, muy a menudo, dejas en último lugar: tú misma.

La sociedad suele promover una imagen de la “madre perfecta” como alguien totalmente entregada a sus hijos, disponible 24/7 y capaz de hacerlo todo sin necesitar tiempo para sí misma. Esto crea una presión constante para estar siempre presente y poner a los hijos por encima de cualquier necesidad personal.

Sin embargo, no debería ser así. Ser madre es una aventura increíble, pero también agotadora. Entre los hijos, el trabajo, la pareja, la familia y las mil obligaciones del día a día, es fácil que te olvides de que tú también necesitas cuidados, amor y atención.

No puede ser que vayas conduciendo un coche por esta autopista tan larga y llena de curvas que es la maternidad y vayas tan ocupada conduciendo que no tengas tiempo para poner gasolina. Si sigues y sigues sin parar, kilómetros y kilómetros, al final tu coche se quedará parado. ¿Por qué? Porque no tendrá gasolina, no podrá seguir avanzando.

Habrás experimentado lo renovada que te sientes después de tomarte un café con leche tranquilamente leyendo un libro o el subidón que sientes después de ir a tu clase de zumba. ¿Entonces, por qué te cuesta tanto encontrar estos espacios?

Creo que lo que ocurre es que, muchas veces, nuestra brújula y nuestro reloj no están conectados. Me explico: el reloj representa el tiempo, las horas, los minutos, todas las tareas que tenemos que hacer cada día. La brújula representa el norte, la orientación, el lugar al que queremos llegar. Tenemos que ser capaces de unir el reloj con la brújula.

Es cierto que, cuando eres madre, no es tan fácil poder decidir cómo gestionas tu tiempo y tu energía, pero tienes que intentarlo. No importa que sea un espacio más largo o menos, sino el hecho de permitirte disfrutarlo sin culpa. 

Leer, dibujar, meditar, ver una serie, salir a correr, pasear por la naturaleza, quedar con una amiga, hacerte la manicura o simplemente sentarte y no hacer nada sin remordimientos… Elige cuatro espacios de autocuidado y agéndatelos. Uno cada semana. Es lo mínimo de lo mínimo. Tanto si tus hijos son bebés, niños o adolescentes. Y, al mes siguiente, ¡te agendas ocho, dos por semana! Lo necesitas. No te dejes tan en último lugar, que al final te quedarás sin gasolina.

Cuidarte a ti misma no es egoísmo, es sabiduría.

Venga, coge la agenda y piensa qué te apetece, qué necesitas.

Y dirás, ¿qué tiene que ver la Disciplina Positiva con todo esto? Pues mucho, porque para educar con cariño, con paciencia y con respeto, primero tienes que tratarte con cariño, con paciencia y con respeto a ti misma.

Así que, si no sabes por dónde empezar, reserva una e-reunión gratuita de 15min GRATIS conmigo, te escucharé y te explicaré cómo puedes empezar tu viaje estelar hacia el universo de la Disciplina Positiva.

Estaré encantada de acompañarte. La Disciplina Positiva te cambiará la vida, ya verás.

Un abrazo fuerte,

María