Hace días que quiero escribir sobre esto, porque últimamente, en las asesorías individuales, me he dado cuenta de que muchas mamás miran demasiado hacia el futuro: «Cuando mi hija duerma mejor, estaré menos cansada«, «Cuando mi hijo sea más independiente, tendré más tiempo para mí«, «Cuando empiece el colegio, todo será más fácil«.

Y no sólo con hijos pequeños, pasa lo mismo con hijos más mayores. “Cuando mi hija haga los deberes sola, ya no tendré que estar encima cada tarde”, “Cuando mi hijo deje de discutir por todo, la convivencia será más fácil” o “Cuando mi hija sea más segura de sí misma, dejará de necesitarme tanto”.

Sin darte cuenta, quizás tú también vives en una especie de espera constante, confiando en que llegará ese día en que todo encajará, en que las preocupaciones se disiparán y en que la crianza será más fácil. Crees que cuando tus hijos sean más autónomos, cuando sean más tranquilos o cuando entiendan mejor las normas, por fin podrás respirar tranquila y disfrutar plenamente. Pero en esa espera, los días van pasando, las etapas se suceden y, sin darte cuenta, te estás perdiendo el presente. Ese en el que, con sus luces y sombras, están creciendo tus hijos.

La realidad es que la maternidad no empieza cuando los retos desaparecen. La maternidad es hoy, en medio del cansancio, del desorden, de los «mamá, mira» repetidos una y otra vez. Y si te aferras demasiado al «después», te estás perdiendo lo que sucede ahora.

Tus hijos no esperan a mañana para crecer, lo hacen hoy. Mientras piensas en lo agotador que es que te reclamen todo el rato, también podrías recordar que un día dejarán de hacerlo. Que esas manitas pequeñas que ahora buscan la tuya un día serán grandes y caminarán solas. Que esos cuentos que ahora te piden cada noche y tanta pereza te dan, pronto dejarán de interesarles. Que los «mamá, juega conmigo» se transformarán en salidas con amigos y momentos de independencia. Y lo que hoy te puede parecer agotador, en unos años será un recuerdo al que volverás con una sonrisa.

Disfrutar del camino no significa ignorar los desafíos (que no te niego que existan) sino aprender a mirar más allá de ellos. Es encontrar la belleza en el día a día, en los pequeños gestos, en las risas compartidas, en los abrazos espontáneos. Es entender que no necesitas esperar a que todo sea «perfecto» para disfrutar de la familia que has formado y de la madre que eres. La perfección no está en un futuro en el que todo sea más fácil; la perfección está en el amor que das hoy, en tu presencia, en tu paciencia (aunque a veces se agote), en las palabras de consuelo y en los momentos de conexión que compartes con tu hijo o con tu hija.

A veces te exiges demasiado, te culpas por no hacerlo «mejor», por no tenerlo todo bajo control. Aunque ya sabes que la maternidad no se trata de controlarlo todo, sino de aprender a vivir cada etapa, cada reto y cada momento de alegría. No se trata de tener todas las respuestas, sino de estar presente, de escuchar, de aprender junto a tus hijos y de recordar que lo que ellos más necesitan no es una madre perfecta, sino una madre que los quiera tal como son, aquí y ahora. No esperando siempre que sean otra cosa.

Así que respira hondo y regálate el permiso de disfrutar. De no exigirte tanto. De reír en medio del caos. De soltar la culpa. De abrazar el presente con todo lo que trae. Porque el futuro llegará de todas formas, pero estos momentos con tus hijos, tal y como son hoy, no volverán. Y cuando mires atrás, querrás saber que estuviste ahí, que los disfrutaste, que viviste la maternidad con el corazón abierto y con la certeza de que cada instante, por simple que pareciera, era en realidad un tesoro.

Si, después de leer esto, te gustaría disfrutar más del presente con tus hij@s pero te das cuenta de que te pasas el día deseando que todo sea más fácil, reserva una e-reunión gratuita de 15min GRATIS conmigo, te escucharé y te explicaré cómo puedes empezar tu viaje estelar hacia el universo de la Disciplina Positiva.

Estaré encantada de acompañarte. La Disciplina Positiva te cambiará la vida, ya verás.

Un abrazo fuerte,

María