«Yo sólo quiero que mi hijo sea feliz y que no sufra», me dijo una mamá en una asesoría la semana pasada.
Es obvio que a todas las madres y a todos los padres nos llena de felicidad ver a nuestr@s hij@s felices pero, ¿realmente es positivo que no sufran nunca?
Déjame decirte que no. Ni es positivo para ellos ni es posible, porque en un momento u otro tendrán que sufrir. Y no lo digo en plan catastrofista, ¿eh? Es la realidad.
Los niños y las niñas necesitan ejercitar sus músculos de la frustración. Necesitan llorar, enfrentarse a situaciones nuevas, tener que superarse, solucionar conflictos, esforzarse por las cosas… No hay nada malo en ello, todo lo contrario. Cuanto más les permitamos que se enfrenten a situaciones incómodas para ellos y que se saquen sus propias castañas del fuego, más confianza en sí mismos adquirirán.
A veces, les sobreprotegemos o les consentimos ciertas cosas porque en ese momento nos es más cómodo, así no tenemos que dar explicaciones, nos permitirá ir más rápido o nos ayudará a ahorrarnos una rabieta. Corto plazo.
En cambio, a largo plazo, nuestro objetivo es educar a nuestros hijos para que sean adultos independientes, felices y que se sientan realizados. No perdamos de vista el largo plazo, que a veces con las prisas y la vorágine del día a día, se nos olvida.
¿Y cómo puedes hacerlo? Pues antes de intervenir, observa. Observa lo que hace. Mantente al margen. Si se olvida de algo, algo le sale mal o tarda mucho en hacerlo, no pasa nada. Aprenderá que no le sale todo perfecto a la primera, pero que es capaz.
Si notas que algo le da respeto, o incluso miedo, anímale a que lo haga. O, por lo menos, a que lo intente. Explícale situaciones que a ti también te daban miedo y que has conseguido superar. Déjale súper claro que tú estás ahí para ayudarle, pero no reprimiéndole, sino empoderándole.
Aprenderá también algo muy importante, una enseñanza de vida: que tú eres su guía y su entrenadora, no su criada ni su guardaespaldas. En otras palabras, que estás ahí incondicionalmente siempre que te necesite, pero que no vas a estar llevándole entre algodones toda la vida, porque no le estarás haciendo ningún bien.
Hay madres que dicen: «es igual, pobrecito, es que es pequeño, ya se espabilará cuando sea mayor«(sobreprotección). No olvides que es de pequeño cuando se forja el carácter y cuando se integran mejor las cosas, así que ahora es el momento de ayudarle. Quizás de mayor ya será demasiado tarde.
Ojo, que a muchas entonces nos da miedo que sean demasiado independientes, que vayan por libre y que no nos necesiten. Todo lo contrario. Siempre nos necesitarán, porque nuestro vínculo es sagrado, pero dejémosles volar, no les cortemos las alas.
Y tú, ¿qué prefieres? ¿Que, cuando sean adultos, tus hijos sean valientes y capaces de tomar decisiones? ¿O que sean dependientes e inseguros?
En vez de ir a lo fácil y solucionárselo todo tú, aprende a estar ahí como entrenadora, para ayudarle de verdad.
Si quieres saber cómo hacerlo, sólo necesitas disponer de 4h. Es lo que dura mi curso presencial Familias en Órbita. Si crees que la educación de tus hijos y tu ambiente familiar merecen ese tiempo, apúntate y resérvate una tarde.
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¡Me encantará verte ahí!
Un abrazo fuerte,
María